Agosto 28 de 2004
Reunidos en Bogotá, el día viernes 28 de agosto de 2004, el jurado conformado por Víctor Zamudio Taylor, Adriano Pedrosa y Nadín Ospina, llegó a las siguientes conclusiones: El género expositivo del Salón, que tiene sus orígenes en el siglo XIX, sigue siendo un mercado vigente que articula tendencias rentables dentro de las búsquedas del arte contemporáneo, en un contexto de arribismo cultural.
El Salón Nacional de artistas tiene una función clave en Colombia hoy en día, como en sus ediciones anteriores, por aglutinar las tendencias formales e inquietudes temáticas hegemónicas dentro del arte contemporáneo, derivadas de la homogeneidad expositiva que caracteriza al país. El jurado ha sido testigo de un espectáculo morboso y un parloteo descontextualizado sobre el arte contemporáneo que ha generado esta plataforma que convoca a un círculo cerrado e incestuoso.
El jurado encontró gran precariedad en las propuestas actuales que, si bien son de creadores de distintas generaciones, así como de regiones que tienen acceso desigual a la información, educación y foros discursivos sobre la producción artística, son de una calidad cuestionable en cuanto al uso de lenguajes formales internacionales para articular preocupaciones locales. No obstante, nos asalta un interrogante y planteamos la siguiente pregunta, ¿debe ser el Salón Nacional un salón de arte contemporáneo?
Y nos respondemos enseguida: No. El salón debe exhibir propuestas más decorativas y acordes con las necesidades de coleccionistas interesados en crear ambientes domésticos acogedores para quienes puedan pagar por las obras. Qué desilusión se deben haber llevado nuestros curadores ingleses ante tal carencia de distinción y glamour (salvo Jaime Ávila, quien siempre es muy glamoroso, bien vestido y portado, aunque esté sobornando gamines con monedas de doscientos un domingo en la ciclovía. Y luego, sin transición, salte a Sao Paulo y a Liverpool. Tan buen partido de la calle no sacó ni Omar Gordillo).
Más allá de este interrogante central, el jurado ha detectado varios núcleos temáticos que sobresalen y que atraviesan generaciones, regiones y resoluciones formales. Estas sugieren una relación consensuada que apunta hacia las especificidades de los prejuicios y representaciones que se viven en Colombia. Nos referimos a inquietudes en torno a lo urbano y sus cotidianidades (pornomiseria, arribismo arquitectónico, exotización de las herramientas de trabajo de la gente en la calle), también a asuntos de género (qué buen porno, aunque faltaron planos más cerrados de las mamadas y demás prácticas que tanto gustan a los hombres y asquean a seudocríticas seudofeministas y possudas, así como más definición en la imagen de los protagonistas... hay tanto por aprender de la industria norteamericana) y a temas de carácter antropológico (es decir relativos a la conducta misma y la interacción social en cócteles y cenas de los artistas participantes).
El jurado, unánimemente, otorga menciones honoríficas a las obras, procedentes de la convocatoria de Salones Regionales, de tres artistas destacados por su depuración formal y, por consiguiente, facilidad de comercialización: A "Plano Transitorio", de Milena Bonilla, en tanto que su obra registra intervenciones en un micromundo (¿en un micromundo, o en un microbus?, de uso cotidiano citadino. Ella representa, con materiales y técnicas de labor femenina y del entorno doméstico, y con mucha humildad, eso sí, el papel que le debería corresponder a la mujer en la sociedad. Que las esposas de nuestros buseteros aprendan cómo es que se le remienda la cojinería al marido, caray.
A la obra "Sin título" (aunque debería llamarse “Sin Título Inmobiliario”), de Eduardo Consuegra, por el uso de la fotografía urbana -de tradición internacional- con el fin de representar la melancolía de un joven pequeñoburgués por su entorno socioarquitectónico perdido.
A "Matrimonio y Mortaja", de Adolfo Cifuentes, por su instalación monocromática, la cual representa un retorno a los linderos más aburridos y rentables del arte de los ochenta.
El jurado, unánimemente, otorga el premio, procedente de la convocatoria de los Salones Regionales, a la obra ¨La fábrica de oro y piedras preciosas", de Adriana Arenas. Trabajo que, si no estoy mal, proviene de la región delimitada por el río Hudson. Dicho trabajo refuerza, a través de una conjugación de nuevos medios, los clichés étnicos más aburridos de la retórica colonial, a la vez que presenta una exotización del otro mediada y digerida por el lenguaje de la reseña turística.
El jurado otorga, a la Convocatoria de Artistas con trayectoria de varios años, menciones honoríficas a tres artistas por su aparente complejidad, su manido rigor y su experimentación estandarizada:
A "El tiempo se mueve despacio", de María Teresa Hincapié, por la tenacidad (pues es tenaz sin duda hacer durante más de 20 años la misma obra con distintos nombres) y profundidad (nos referimos a la noción "sueño profundo") de la obra, la cual aborda la noción de aburrimiento de manera somnífera para subrayar lugares comunes de gran actualidad en los campos de la subjetividad mediada, el cuerpo comercializado y la política del no tener nada por decir.
A "Corte en el ojo", de Miguel Ángel Rojas, por su rigurosa, precisa, y compleja articulación, tan rigurosa, precisa y compleja como tooodo lo demás que hemos mencionado hasta el momento, es decir todo.
A "La limpieza de los establos de Augías", del Colectivo Mapa Teatro, pues ¿cómo podríamos dejar a Rolf por fuera del pastel, si además se esforzó por mostrarse tan políticamente correcto como siempre? “Teatro, lo tuyo es puro teatro...”
El jurado, de manera unánime, otorga a la convocatoria de artistas con trayectoria de más de diez años, el premio a "Re-trato", de Oscar Muñoz. Esta propuesta alcanza un gran valor poético al fusionar el uso económico y riguroso de un género tan tradicional como el retrato, con el dibujo como modo de pensamiento, para elaborar una obra sobre lo efímero y la memoria. Lástima eso sí el video, Osquitar, los dibujitos sueltos se habrían vendido mejor...
Firmado, Paquita
Agradecimientos a:
Víctor Zamudio Taylor
Adriano Pedrosa
Nadín Ospina
El Salón Nacional de artistas tiene una función clave en Colombia hoy en día, como en sus ediciones anteriores, por aglutinar las tendencias formales e inquietudes temáticas hegemónicas dentro del arte contemporáneo, derivadas de la homogeneidad expositiva que caracteriza al país. El jurado ha sido testigo de un espectáculo morboso y un parloteo descontextualizado sobre el arte contemporáneo que ha generado esta plataforma que convoca a un círculo cerrado e incestuoso.
El jurado encontró gran precariedad en las propuestas actuales que, si bien son de creadores de distintas generaciones, así como de regiones que tienen acceso desigual a la información, educación y foros discursivos sobre la producción artística, son de una calidad cuestionable en cuanto al uso de lenguajes formales internacionales para articular preocupaciones locales. No obstante, nos asalta un interrogante y planteamos la siguiente pregunta, ¿debe ser el Salón Nacional un salón de arte contemporáneo?
Y nos respondemos enseguida: No. El salón debe exhibir propuestas más decorativas y acordes con las necesidades de coleccionistas interesados en crear ambientes domésticos acogedores para quienes puedan pagar por las obras. Qué desilusión se deben haber llevado nuestros curadores ingleses ante tal carencia de distinción y glamour (salvo Jaime Ávila, quien siempre es muy glamoroso, bien vestido y portado, aunque esté sobornando gamines con monedas de doscientos un domingo en la ciclovía. Y luego, sin transición, salte a Sao Paulo y a Liverpool. Tan buen partido de la calle no sacó ni Omar Gordillo).
Más allá de este interrogante central, el jurado ha detectado varios núcleos temáticos que sobresalen y que atraviesan generaciones, regiones y resoluciones formales. Estas sugieren una relación consensuada que apunta hacia las especificidades de los prejuicios y representaciones que se viven en Colombia. Nos referimos a inquietudes en torno a lo urbano y sus cotidianidades (pornomiseria, arribismo arquitectónico, exotización de las herramientas de trabajo de la gente en la calle), también a asuntos de género (qué buen porno, aunque faltaron planos más cerrados de las mamadas y demás prácticas que tanto gustan a los hombres y asquean a seudocríticas seudofeministas y possudas, así como más definición en la imagen de los protagonistas... hay tanto por aprender de la industria norteamericana) y a temas de carácter antropológico (es decir relativos a la conducta misma y la interacción social en cócteles y cenas de los artistas participantes).
El jurado, unánimemente, otorga menciones honoríficas a las obras, procedentes de la convocatoria de Salones Regionales, de tres artistas destacados por su depuración formal y, por consiguiente, facilidad de comercialización: A "Plano Transitorio", de Milena Bonilla, en tanto que su obra registra intervenciones en un micromundo (¿en un micromundo, o en un microbus?, de uso cotidiano citadino. Ella representa, con materiales y técnicas de labor femenina y del entorno doméstico, y con mucha humildad, eso sí, el papel que le debería corresponder a la mujer en la sociedad. Que las esposas de nuestros buseteros aprendan cómo es que se le remienda la cojinería al marido, caray.
A la obra "Sin título" (aunque debería llamarse “Sin Título Inmobiliario”), de Eduardo Consuegra, por el uso de la fotografía urbana -de tradición internacional- con el fin de representar la melancolía de un joven pequeñoburgués por su entorno socioarquitectónico perdido.
A "Matrimonio y Mortaja", de Adolfo Cifuentes, por su instalación monocromática, la cual representa un retorno a los linderos más aburridos y rentables del arte de los ochenta.
El jurado, unánimemente, otorga el premio, procedente de la convocatoria de los Salones Regionales, a la obra ¨La fábrica de oro y piedras preciosas", de Adriana Arenas. Trabajo que, si no estoy mal, proviene de la región delimitada por el río Hudson. Dicho trabajo refuerza, a través de una conjugación de nuevos medios, los clichés étnicos más aburridos de la retórica colonial, a la vez que presenta una exotización del otro mediada y digerida por el lenguaje de la reseña turística.
El jurado otorga, a la Convocatoria de Artistas con trayectoria de varios años, menciones honoríficas a tres artistas por su aparente complejidad, su manido rigor y su experimentación estandarizada:
A "El tiempo se mueve despacio", de María Teresa Hincapié, por la tenacidad (pues es tenaz sin duda hacer durante más de 20 años la misma obra con distintos nombres) y profundidad (nos referimos a la noción "sueño profundo") de la obra, la cual aborda la noción de aburrimiento de manera somnífera para subrayar lugares comunes de gran actualidad en los campos de la subjetividad mediada, el cuerpo comercializado y la política del no tener nada por decir.
A "Corte en el ojo", de Miguel Ángel Rojas, por su rigurosa, precisa, y compleja articulación, tan rigurosa, precisa y compleja como tooodo lo demás que hemos mencionado hasta el momento, es decir todo.
A "La limpieza de los establos de Augías", del Colectivo Mapa Teatro, pues ¿cómo podríamos dejar a Rolf por fuera del pastel, si además se esforzó por mostrarse tan políticamente correcto como siempre? “Teatro, lo tuyo es puro teatro...”
El jurado, de manera unánime, otorga a la convocatoria de artistas con trayectoria de más de diez años, el premio a "Re-trato", de Oscar Muñoz. Esta propuesta alcanza un gran valor poético al fusionar el uso económico y riguroso de un género tan tradicional como el retrato, con el dibujo como modo de pensamiento, para elaborar una obra sobre lo efímero y la memoria. Lástima eso sí el video, Osquitar, los dibujitos sueltos se habrían vendido mejor...
Firmado, Paquita
Agradecimientos a:
Víctor Zamudio Taylor
Adriano Pedrosa
Nadín Ospina
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